Los Libros
Dicen que hay dos tipos de idiotas: los que prestan libros, y los que los devuelven. El asunto es gracioso, y nadie niega que sale del anecdotario popular. Todos hemos prestado algún libro que no nos han devuelto, y algún ejemplar tenemos que nos hemos apropiado inocentemente.
(antes de que proliferara el emepetrés, el asunto se hacía extensivo a los discos también)
Venía yo en el colectivo (porque no sólo de tren vive el hombre). Y en determinadas ocasiones, si el pasaje lo permite, el colectivo es un buen lugar para las meditaciones inútiles de carácter no metafísico. Y pensaba en los libros. Y pensaba en los libros que perdí. Y pensaba qué lindo tener una de esas bibliotecas enormes como tienen algunos, con miles y miles de libros, y si se puede de libros lindos, con tapas duras y letras doradas y forrados en cuero y bien ordenaditos, y pensé que lo mejor era, entonces, no prestar los libros.
Y entonces me di cuenta que sería lo más absurdo del mundo. Y lo más vil.
Un libro que no se lee no existe, porque la historia vive cuando uno la lee, cuando el héroe sale de su cajón de papel, cuando las imágenes pueden proyectarse en alguna mente, cuando Remo Erdosain es un recuerdo más vívido que el verdulero de acá a la vuelta, cuando lo conocemos más a Rodion Raskolnikov que a nuestro presidente, cuando Romeo no necesita apellido, cuando Holden Caufield es tu mejor amigo. Un libro cerrado sólo espera.
Y el que no lee, también espera. Y es que no hay nada mejor que encontrar uno de esos libros hermosos o increíbles que nos cambia la vida, o aunque sea nos deja paladear esa sensación por dos o tres ratos, y poder dárselo a alguien al grito de “¡Tenés que leer esto!”. Y el que lo presta nunca se olvida que le dio esa oportunidad a alguien. Y el que lo recibe, si lo puede aprovechar de la misma manera, queda por siempre en deuda. Cuántas vidas se cambian todo el tiempo con libros que se prestan...
Dirán que bien pueden comprarse, y es cierto. Pero no es lo mismo. La compra es egoísta y narcisista, no comparte nada, es sólo para uno, es para satisfacer esa voz interior, ese deseo intestino. Prestar, en cambio, tiene otro sabor. Huele a complicidad y a alivio, a la buena acción del día, a comunión. Sin mencionar que las posibilidades de que uno compre algo que no conoce son menores.
Porque en general compramos para tener. O para regalar, pero no para leer. Para leer, sí, pero no sólo eso: queremos tener el libro. Queremos que sea nuestro, llevarlo a casa, leerlo, disfrutarlo, y meterlo en la biblioteca, y mirarle el lomo cada tanto.
Alguno dirá que es una manera de aportar al autor, de darle lo que merece, de hacer justicia con su bolsillo: es cierto. Todo eso es cierto. Pero no es menos cierto que es poco feliz llamar escritor al que encuentre su gozo o realización en la venta de libros más que en su lectura. Los libros no se escriben para venderse, se escriben para leerse. Pongámonos todos del lado del libro, y tratemos de hacer que los libros se lean.
Sigo pensando que me encantaría tener esa enorme y hermosa biblioteca, porque, en el fondo, de carne somos, y a mí me mueve ese mismo sentido onanista de amarrocar libros en las paredes, pero creo que no hay nada mejor que hacer con un libro que prestarlo.
Tal vez haya, ciertamente, dos tipos de idiotas: los que no prestan libros, y los que los prestan esperando que se los devuelvan.
(antes de que proliferara el emepetrés, el asunto se hacía extensivo a los discos también)
Venía yo en el colectivo (porque no sólo de tren vive el hombre). Y en determinadas ocasiones, si el pasaje lo permite, el colectivo es un buen lugar para las meditaciones inútiles de carácter no metafísico. Y pensaba en los libros. Y pensaba en los libros que perdí. Y pensaba qué lindo tener una de esas bibliotecas enormes como tienen algunos, con miles y miles de libros, y si se puede de libros lindos, con tapas duras y letras doradas y forrados en cuero y bien ordenaditos, y pensé que lo mejor era, entonces, no prestar los libros.
Y entonces me di cuenta que sería lo más absurdo del mundo. Y lo más vil.
Un libro que no se lee no existe, porque la historia vive cuando uno la lee, cuando el héroe sale de su cajón de papel, cuando las imágenes pueden proyectarse en alguna mente, cuando Remo Erdosain es un recuerdo más vívido que el verdulero de acá a la vuelta, cuando lo conocemos más a Rodion Raskolnikov que a nuestro presidente, cuando Romeo no necesita apellido, cuando Holden Caufield es tu mejor amigo. Un libro cerrado sólo espera.
Y el que no lee, también espera. Y es que no hay nada mejor que encontrar uno de esos libros hermosos o increíbles que nos cambia la vida, o aunque sea nos deja paladear esa sensación por dos o tres ratos, y poder dárselo a alguien al grito de “¡Tenés que leer esto!”. Y el que lo presta nunca se olvida que le dio esa oportunidad a alguien. Y el que lo recibe, si lo puede aprovechar de la misma manera, queda por siempre en deuda. Cuántas vidas se cambian todo el tiempo con libros que se prestan...
Dirán que bien pueden comprarse, y es cierto. Pero no es lo mismo. La compra es egoísta y narcisista, no comparte nada, es sólo para uno, es para satisfacer esa voz interior, ese deseo intestino. Prestar, en cambio, tiene otro sabor. Huele a complicidad y a alivio, a la buena acción del día, a comunión. Sin mencionar que las posibilidades de que uno compre algo que no conoce son menores.
Porque en general compramos para tener. O para regalar, pero no para leer. Para leer, sí, pero no sólo eso: queremos tener el libro. Queremos que sea nuestro, llevarlo a casa, leerlo, disfrutarlo, y meterlo en la biblioteca, y mirarle el lomo cada tanto.
Alguno dirá que es una manera de aportar al autor, de darle lo que merece, de hacer justicia con su bolsillo: es cierto. Todo eso es cierto. Pero no es menos cierto que es poco feliz llamar escritor al que encuentre su gozo o realización en la venta de libros más que en su lectura. Los libros no se escriben para venderse, se escriben para leerse. Pongámonos todos del lado del libro, y tratemos de hacer que los libros se lean.
Sigo pensando que me encantaría tener esa enorme y hermosa biblioteca, porque, en el fondo, de carne somos, y a mí me mueve ese mismo sentido onanista de amarrocar libros en las paredes, pero creo que no hay nada mejor que hacer con un libro que prestarlo.
Tal vez haya, ciertamente, dos tipos de idiotas: los que no prestan libros, y los que los prestan esperando que se los devuelvan.
17 opiniones:
precioso lo que escribió, sin embargo no estoy del todo de acuerdo. me parece que hay libros que está bien no prestarlos, y que también te tira mucho abajo prestar algo al grito "de tenés que leer esto" y que te lo devuelvan con un mero "ah2 o, aun peor, un "seh, no... no me gustó mucho". eso te tira bastante abajo en el arte del préstamo librario.
(igual yo pongo esto y re presto libros... aunque tengo que decir que ciertas pérdidas me contuvieron un poco. antes prestaba mucho más...)
igual, precioso el post.
Yo sabía que tenía que poner ese párrafo explicando que hay excepciones, y que no hay que tomar todo al pie de la letra, y que yo tampoco presto todo, y que me jode cuando no me devuelven, y que blablabla...
Bueno, ahí está, en un tono un poco más informal.
Salud,
S.
y antes de los discos, se hacía extensivo a los casetes! (o casets, o cassettes)
No sé si lo mío es de freak o de ingeniero (o de ambas dos cosas), pero yo recomiendo y presto libros (o discos o pelícluas), pero tengo un registro escrito de a quien le presté qué. Si pasado un tiempo prudencial (tres semanas si es una peli, tres meses si es un libro) lo reclamo.
Sólo una vez no ha vuelto el libro a pesar del reclamo, puesto que entre el préstamo y la petición de devolución, la amiga a quien se lo presté se mudó de casa, y en la mudanza se perdió. Igual era un libro de García Marquez (Por la libre), seguro que doña Ge. no le daría la más mínima importancia.
BTW, yo atesoro libros, mea culpa. Me gusta tenerlos, poseerlos, y a veces, si me gusta mucho un libro que me prestaron, voy y me lo compro aunque ya lo haya leído.
tulsi,
Es cierto, y con los casets era tanto peor, porque en esa época las cosas eran muy difíciles de conseguir, y porque el caset tenía el problema de gastarse: prestarlo representaba una pérdida por definición. Qué épocas!
fodor,
Yo conozco mucha gente que hace eso, y yo mismo lo he intentado tras recibir el consejo varias veces, pero no hay caso, me olvido de anotar, o me olvido de revisar, o me da cosa reclamar lo que es mío. Sí, ya sé, pero así es. Yo soy de los que piensan que si un libro o un CD alcanza para conocer a una persona, es un buen precio.
Y que se entienda, si no lo dije ya claramente, que a mi también me encanta atesorar, y meo también, sólo digo que me parece que es absurdo tomar una postura de no prestar por temor a no volver a tenerlo: vale más que alguien lo lea, y si es necesaario, se comprará de nuevo, no es tan grave tampoco. (a menos, obvio, que hablemos de cosas especiales, o regalos, o primeras ediciones, o cosas firmadas, etc)
Creo que eso de comprar lo que ya leímos es muy común. Incluso he escuchado historias de gente que compra un libro reiteradas veces, tras prestarlo, tras perderlo, tras comprarlo, etc.
S.
Leí su post y me gustó mucho aunque no sé bien en qué categoría me encuentro (si presto o no presto, si devuelvo o no). Seguro que soy uno de los idiotas pero (seguramente por idiota) no sé en qué categoría debo ubicarme.
¿No será un largo "spich" para terminar mangueando algún broli por ahí?
No Puercoespín, no!! Por favor, no!! N o me deschave!!
¿Quéhago ahora con la secuela de esto?
Pff!
S.
PD: Si te hacés el sota, vamo' y vamo' con el botín.
Yo presto libros. De eso no cabe duda. Pero, como a la vez me gusta acariciarles el lomito, hojearlos todo el tiempo y acomodarlos (no "guardarlos", ni "ponerlos") en mi biblioteca (como un maniático, además: por nacionalidad del autor, orden alfabético, orden cronológico, género, etc.), los presto sólo a algunas personas. Y ojo, que no las evalúo pensando si me lo van a devolver o no. Lo único que me importa es que lo cuiden y que el tiempo que el libro pase con ellos, lo pase bien.
¡Como un maníaco, realmente!
Así me gusta, esa es una muy linda filosofía para juzgar la presta del libro!
(Me siento honrado entonces de haber pasado la selección)
S.
Hay dos tipos de idiotas: los que se roban los libros a conciencia y los que no van a buscar a los anteriores para cortarles las manos.
He dicho.
Yo compro un libro y lo leo. Si me gusta y, lo que es más difícil (porque los libros que suelo leer no son demasiado populares), si vuelvo a encontrarlo en algún estante, vuelvo a comprarlo: una, dos, tres copias. Y las guardo. Y las regalo cuando llega el momento o la persona a la que considero pareja ideal del mamotreto.
Suele funcionar. Y es lindo tener libros 'para regalar' porque, llegada la ocasión (y no tiene que ser una ocasión de regalo-protocolar, necesariamente) uno siempre anda 'cargado'.
Soy el hada de los libros...
:P
maldita, tiene razón.
Se podrá también cortar las manos de los que se niegan a prestar?
Donnie, es una muy buena teoría, y una muy buena opción para sus amigos! Combinada con la teoría de Solo, es casi perfecto!
Saludos,
S.
Acabo de escuchar a vozme. Es, a la vez, divertido, buenísimo y terrorifíco. Esa voz mecánica no hace más que pensar a los llamados fantasmales de las pelis de terror. Eso, y el hecho de que lea todo (preguntas, excalamaciones, etc.) con un mismo tono monocorde.
(es un gadget para analfabetos? :P)
Es divertido, buenísimo y terrorífico, es cierto, pero a mi me encanta.
Es un gadget para no videntes (ok, es una cosa extrema, pero algún día la internel va a ser también para ellos) o para los que no tienen tiempo o ganas de leer, o para divertirse, o como quieran.
Por el lado de la calidad, es innegable que es malo comparado con una persona, pero hay que reconocer también que, seriamente, lee mejor que muchos humanos.
Por otro lado, es mucho muy bueno comparado con todos los "text-to-speech" que vengo probando hace mucho. Hace pausa y tiene tonos, lee acentos, etc.
Como un agregado un tanto extraño, lo admito, está el hecho de poder escuchar lo que uno escribió: no es lo mismo leer(se) que escuchar(se).
Estoy muy contento con vozme, le juro.
Salut!
S.
Supuse que sería para los no videntes, pero después me pareció que cómo iba uno de ellos a ver la pantalla para hacer el click. Supuse que si alguien lo ayudaba, tal vez era mejor que le leyera el texto. Por otra parte, pensé que tal vez esto hacía que a la vez de aparecer aquí, apareciera en alguna biblioteca virtual para no videntes, en algún sight-impaired friendly site... Pero no sé por qué dudé también de eso, ergo el comentario de los analfabetos...
No puedo decir que NO cuando me piden que les preste un libro. Aunque a veces me gustaría...
Quiero mis libros.
Hace poco me dí cuenta que no me va a alcanzar la vida para leer todo lo que quiero leer y casi me quedo turuleka!
Saludos!!
Ay, ¿no me prestás X (uno lindo y caro)?
Esa revelación me llegó hace rato, y es por eso que muchas veces rechazo cosas, alegando "Bueno, sí, tal vez está bueno, pero es que hay tantos mejores, que mejor empiezo por ahí, y si me queda tiempo, leo ese."
Saludos,
S.
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