La Academia
Cuando era chico, de lunes a viernes, desayunaba en "el bar", así lo llamábamos. Aunque después Elbar terminó significando reality y TV y pocas neuronas y mucho dinero, para mi solo significaba café con leche y tres de manteca (me gustaban las de grasa, pero las de manteca eran más grandes) El bar se llamaba "Universo", pero nunca nadie lo notó. Era El Bar.
Como todo bar que se precie, tenía dos gallegos que lo atendían: Manolo y Manolo; uno de mañana, otro de noche. Y el clásico era Visco (Visconti) que a los clientes los llamaba por su nombre: Mormas (derivado de "tamorma", el cual derivaba de "marmota").
También en esa época, las estaciones de servicio vendían nafta (no sé de cuántos octanos, y seguro que con plomo), pero les llegó luego el momento de ser bares. Y ahí me perdí un poco.
Pero lo que ven en la foto corresponde no ya a mi niñez, sino a mi adolescencia. ¿Cuántas noches me amparó ese bolichito! Bolichito por el que, claro está, pasó gente muy importante, en aquella época en que era uno de los pocos, junto con El Británico, que estaba abierto 24 horas. Como las estaciones de servicio.
Manolo, Lio, Tiyi, algún invitado circunstancial, y por supuesto, Tomás. Quienes hayan ido más de una vez, y hayan pasado una noche ahí, entre café, cerveza, billar, pool, y los viejos jugando al dominó y al truco (con porotos, por supuesto) sabrán de la vida, o al menos la cara, de Tomás.
Algunos memoriosos recordarán que hace 10 años, existía todavía como hotel El Bauen, y entre éste y La Academia, había un kiosco. Claro, el kiosco de Casi. Casimiro.
Casi, te queremos, y no nos olvidamos cuando nos dejabas entrar porque hacía frío, ni esa vez que jugaba Argentina, y nos invitaste a ver el partido. Pucha que era buen tipo, y sin embargo, también a él le llegó la modernidad, y ese kiosco que no quería perder, fue vendido a alguien que necesitaba espacio para poner una escuela de inglés.
De vos también nos acordamos, señor director sin nombre, que dirigías una obra de teatro en el Bauen, y eras muy merquero, y nos invitabas siempre a verla gratis, y la vimos como 7 veces, y eras hincha de Chicago, y desde entonces Chicago me cae simpático, aunque el fútbol, claro, vos sabés, ni fu ni fa...
Incluso a vos, Passi, te encontramos un día ahí. Ah, y a Salinas, y le dimos la mano (mano de hombre tenía el tipo).
Cuántos recuerdos Acadé, y dirán lo que quieran, dirán que estoy viejo, y puede ser, pero qué lindos recuerdos, che...
Como todo bar que se precie, tenía dos gallegos que lo atendían: Manolo y Manolo; uno de mañana, otro de noche. Y el clásico era Visco (Visconti) que a los clientes los llamaba por su nombre: Mormas (derivado de "tamorma", el cual derivaba de "marmota").
También en esa época, las estaciones de servicio vendían nafta (no sé de cuántos octanos, y seguro que con plomo), pero les llegó luego el momento de ser bares. Y ahí me perdí un poco.
Pero lo que ven en la foto corresponde no ya a mi niñez, sino a mi adolescencia. ¿Cuántas noches me amparó ese bolichito! Bolichito por el que, claro está, pasó gente muy importante, en aquella época en que era uno de los pocos, junto con El Británico, que estaba abierto 24 horas. Como las estaciones de servicio.
Manolo, Lio, Tiyi, algún invitado circunstancial, y por supuesto, Tomás. Quienes hayan ido más de una vez, y hayan pasado una noche ahí, entre café, cerveza, billar, pool, y los viejos jugando al dominó y al truco (con porotos, por supuesto) sabrán de la vida, o al menos la cara, de Tomás.
Algunos memoriosos recordarán que hace 10 años, existía todavía como hotel El Bauen, y entre éste y La Academia, había un kiosco. Claro, el kiosco de Casi. Casimiro.
Casi, te queremos, y no nos olvidamos cuando nos dejabas entrar porque hacía frío, ni esa vez que jugaba Argentina, y nos invitaste a ver el partido. Pucha que era buen tipo, y sin embargo, también a él le llegó la modernidad, y ese kiosco que no quería perder, fue vendido a alguien que necesitaba espacio para poner una escuela de inglés.
De vos también nos acordamos, señor director sin nombre, que dirigías una obra de teatro en el Bauen, y eras muy merquero, y nos invitabas siempre a verla gratis, y la vimos como 7 veces, y eras hincha de Chicago, y desde entonces Chicago me cae simpático, aunque el fútbol, claro, vos sabés, ni fu ni fa...
Incluso a vos, Passi, te encontramos un día ahí. Ah, y a Salinas, y le dimos la mano (mano de hombre tenía el tipo).
Cuántos recuerdos Acadé, y dirán lo que quieran, dirán que estoy viejo, y puede ser, pero qué lindos recuerdos, che...
1 opiniones:
Muy porteño. Las historias de cafés siempre ma hacen acordar a Cortázar, no sé por qué. Aunque seguro que si pienso un poco más, me empezo a aocrdar de algún otro autor, o de algún cuento. Pero siempre, muy porteño. Como Avenida de Mayo. Como los inviernos grises...
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