Presentaciones

Por el momento todo está en calma, pero el fin parece inevitable, anunciado. Como aquella muerte y su crónica, pero menos terrible. Por ahora habla él, y es mejor así. He descubierto que es mejor y más agradable, y menos riesgoso, escuchar que hablar. Solamente hay que escuchar. Las cosas que puede decir la gente. Sobre todo si uno los deja. No hay que preguntar, hay que mirar, interrogar con la mirada, poner de cara de que uno sabe que todavía falta, cara de “seguí”, pero no con ansiedad, sino con confianza, con la confianza tácita de saber que hay más, y que la decisión de seguir o no es del otro, pero uno sabe, y se lo muestra, que hay más. Además, si uno se calla, da la sensación de quién no gusta mucho de hablar, y esto es puerto seguro para el parlante, le da confianza. Pero claro, no vengo a descubrir nada: puede encontrarse una versión mejorada, terriblemente mejorada, y con mucho más cinismo y morbo y realidad en "Buscavidas." Infinidad de veces intenté meterme en el personaje, o al menos soñé con hacerlo, pero nunca llegué demasiado lejos, tal vez porque me falte morbo y me sobren culpas.

Pero ahora ni siquiera eso hago, simplemente lo escucho. Sé que quiero escucharlo, y prestar atención a lo que dice, pero no puedo dejar de pensar que el momento de la inversión de roles está al caer. Y el que va a caer soy yo. No muy lejos ni a un lugar desconocido: después de todo no es la primera vez.

Suena la campana. Me salvó la campana. Mentira. Como les pasa a los boxeadores, a quienes los que cobran con su sangre intentan hacerle creer que la campana los salvó, pero no los salvó, los dejó en pausa nada más. Eso, pausa. Pausa de quince minutos y seguimos. Claro, lo esperado sería correr como poseso por los laberintos de la mente por los próximos quince minutos, en busca de respuestas, o soluciones, o salidas de emergencia, o planes b, o papelitos de colores. Pero no. Ya revisé todo, como digo no es una situación nueva, y sé que sería inútil. Vale más aprovechar los quince minutos de calma, porque ya llega.

Me prendo un pucho, porque el pucho siempre va antes o después de algo, nunca durante. Va después de comer, después del sexo, antes del colectivo, antes de entrar, ni bien salís, antes de dormir, ni bien te despertás, donde quieras, pero que sea antes o después. Alguien me viene a hablar de nosequé, y hablo. Hablamos. No sé de qué. Tal vez a ninguno de los dos nos importe mucho, pero es algo. Tal vez ella no tiene cigarrillos, y se aburre. O no fuma (o sí, qué sé yo) pero igual se aburre. Fijate, yo fumo y me aburro. O me aburro y fumo. Plática sencilla y casual y cigarrillo rubio, placebo perfecto. Bueno, tal vez un café no vendría mal, pero acá sólo tienen instantáneo, y no es que no me guste, pero prefiero el que bato yo mismo, con la espuma a piacere, según el ánimo.

Listo, se acabó el tiempo, adentro de nuevo. Y ahora sí, no hay salida, empiezan. A mi no me toca todavía. Empiezan (empezamos) por la punta, como es debido. Hay sistemas ordenados que nunca vamos a poder romper, y uno de esos es empezar por uno de los extremos.

La escena se vuelve cruel: veinticinco buscavidas para una sola víctima. Solo que, para que sea más cruel aún, aunque dotado de justicia divina, la víctima va variando, se mueve, como el huevo podrido. Cuesta concentrarse en el placer de buscavida, a sabiendas de que pronto cambiarán los roles. ¿Qué les voy a decir? ¿Que tengo veintiséis y me siento viejo a veces? ¿Que otras soy un niño? ¿Que parece tarde para empezar, pero que es mejor tarde que nunca, o que pueda yo estar equivocado? ¿Que me temo que ustedes puedan interesarme menos que la presión atmosférica? ¿Que abrigo pocas esperanzas de que sea diferente al revés? ¿Que no me gusta tener que hablar con chicas feas porque no tolero mirarlas a la cara? ¿Que las prefiero de pechos grandes, con todos los dientes y altas, y que por favor, no se coman las eses, ni las heces? ¿Que no veo el pizarrón desde el fondo? ¿Que soy lampiño? ¿Que me gusta más la pizza que el asado? ¿Que tuve novia y ya no tengo? ¿Que no tengo televisión? ¿Que no sé en qué canal dan los Roldán? ¿Que nunca leí a Bucay? ¿Que quise leer a Nietzche y no pude? ¿Qué se cuatro acordes mayores y tres menores, y no puedo hacer cejilla? ¿Que me emborracho solo, y la única explicación que a veces puedo encontrar es que una botella de vino es demasiado para uno solo? ¿Que siempre pongo las tildes? ¿Que no me gusta la Bersuit, ni Fito Páez, pero ensayo donde ellos lo hicieron? ¿Que los sábados a la noche los paso leyendo, o escribiendo, o tomando, o jugando al Solitario Spider? ¿Que no tengo a dónde ir ni con quién? ¿Que mis amigos ya no me invitan a salir porque soy aburrido? ¿Qué les voy a decir...?

Asisto a un desfile digno de Cadícamo. Un chico serio de barba candado estudió piano, pero dejó. Una chica moderna nos cuenta que canta. Sí, canta. En una banda que hace temas melódicos de los ochentas (¿se llamará Feeling la banda?). Una chica con risa de cabra dice que le gusta cocinar, aunque pareciera que su cara nada más te quita el hambre. Los fines de semana hace remo, mientras otro dice que toca el bajo en una banda de covers de The Beatles, y para agregarle una nota de estilo y color, tiene un bajo con forma de volín. La de ojos claros tiene diez hermanos. Nueve en realidad, son diez es total. La del vestido floreado dice que los sábados a la noche se junta con los amigos para ir a la iglesia. El señor que está al lado es gay, pero por la edad que tiene, podría decirse mejor que es homosexual, y sabe mucho francés. Alguien estudia Letras, y alguien más tiene un nene de diez meses. Ahora es demasiado tarde, están golpeando a mi puerta.

" Bueno, yo soy..."



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