I.

La primera cosa que me siento obligado a confesar sobre mi persona es que no he leído tanto como tanta gente parece pensar que he leído (al menos no de la manera que ellos creen). Parece ésta una afirmación humilde y pedante a la vez, pero es así como sucede.

Suele suceder que en aquellos grupos de los cuáles formo parte, se me considere, de una u otra manera, el “leído”. Y bien cierto es que he leído muchos libros, y muchos de los buenos, y que me gusta mucho leer, y que he aprendido mucho leyendo, y que me hecho de muchos de los bienes que la lectura puede proveer. Es cierto que la lectura me ha acompañado desde muy temprana edad: mi viejo me leía cuando yo apenas hablaba, y en cuanto pude empecé a leer, y leí, y leí, y leí. Y no sé si en mi infancia hice muchas cosas más que leer. Todo esto es cierto, y muchas cosas más que tal vez puedan decirse de mi relación con la lectura, también. Sin embargo, es asimismo cierto que no leí muchísimas de las cosas que todos leyeron, o esperan que yo haya leído, o algo de mí da a entender que leí.

No leí, casi, clásicos. En general los presiento aburridos, escritos de maneras molestas, complicados, soberbios, pretenciosos. Y entiendo que no es, necesariamente, así. Y sin embargo no leí, casi, clásicos. Y no leí autores clásicos tampoco. O pocos. Y no leí esos libros que, pareciera, todos leyeron (o tal vez sólo sea que no sé mentir). Y La Metamorfosis me aburrió, y Borges no me gusta ni un poco, y no recuerdo haber terminado Rayuela.

Sin embargo, y de alguna manera, sí he leído mucho: mi viejo tiene puesto de diarios. Y yo, con mis seis años, me levantaba a las seis de la mañana para acompañarlo al puesto, y “ayudarlo” (era mi función “cuidar” el puesto mientras él hacía el reparto). Y entonces sí, cuando esto estaba terminado, cruzábamos al bar, y desayunábamos. Y entonces yo tenía toda una mañana para leer todo lo que quisiera o pudiera.

Esta práctica duró varios años, y en ese tiempo pasaron por mis manos (ojos?) miles de diarios, revistas, historietas, libros, libritos, suplementos, folletos, etc. Y no me perdía un número de Condorito, ni de Patoruzú, o Isidoro Cañones. De vez en cuando leía la Lupín. Leí decenas de números de la Muy Interesante, Billiken, Anteojito, Semanario, Tal cual, TV Guía, Flash!, Gente, Somos, Siete Días, Vivir Bien, Buena Salud, Uno mismo, Parabrisas, Nippur, Skorpio, D’artagnan, Humor, Quijote, Autodefinidos, Saber Electrónica, Cruzex, Playboy, PC Users, Generación X, Joker, Enigmas, Mía, Noticias, Para Tí, Predicciones, Segundamano, Testimonios, 13/20, etc, y la lista sigue. Podemos sumar a eso los diarios del día, y la colección Clásicos del Club Bruguera. Y por supuesto, la colección completa de libros de Ágatha Chrsitie. Y el Nunca Más, que leí a los doce, aproximadamente.

Si quisiéramos sumarle a esto los libros que después leí, y todos los apuntes de la facultad, y todo el contenido de internet, y... creo que entonces sí, a mi manera, leí mucho.



2 opiniones:

gerund | junio 18, 2007 4:41 a.m.

Estimado:
más allá de que yo puedo dar fe de que leyó lo mínimo indispensable, más de lo sufinciente, y de seguro muy por encima de la media, debo decirle dos o tres cositas:

1) seguro que leyó alguna que otra cosa que otras no y que bien vale la pena.

2) no sea prejuicioso con los clásicos, como lo fue con Auster cuando le conocí.

3) si aprendí algo con los libros es que cada libro tiene su tiempo, y que algunas cosas que nos gustan hoy, mañana ya no nos atraen, y viceversa. Rayuela, que en una época fue uno de los libros de mi top top, tuvo que pasar por varios intentos de lectura antes de que efectivamente lo leyera. Y, mientras tanto no lo pude leer, me parecía aburridìsimo y no entendía como a tanta gente le podía gustar ese tedio. Me pasò eso con más de un libro.

(...seguro había algo más que le quería devir al respecto, pero entre tradux y tradux se me pasó...)

Subjuntivo | junio 20, 2007 9:03 p.m.

1. Seguro.

2. No soy prejuicioso, a veces simplemente no me da ganas. Habiendo tantos que sí me dan ganas, más vale empezar por esos.

3. Coincido ampliamente, ningún libro está vetado de por vida, salvo los de Bucay. Y algunos otros.


S.