Las andanzas de un Profesor en busca de trabajo

Tal vez deba hacer como el saber popular sostiene, y empezar por el principio. El problema es, por supuesto, saber cuál es el principio. Para intentar resumirlo, diré que, decidido a cambiar de trabajo, me embarque en la fantástica empresa de conseguir trabajo como Profesor de Inglés. (Nótese que ocasión tan oportuna para meditar sobre el correcto uso de las tildes).
Y entonces, como se hace, armé un CV, lo revisé, lo cambié, lo mejoré, lo empeoré, lo volví a mejorar, lo revisé, y al final di el asunto por terminado. Y entonces se lo mandé a un buen número de gente, como habitualmente se hace. Y esperé (sólo queda esperar). Yo en el fondo, y no tanto, soy un pesimista, y pensé que las ofertas iban a tardar mucho en llegar, si acaso lo hacían. Veinticuatro horas después de eso, sonaba un teléfono, y era el mío. Una voz femenina, sin ninguna simpatía ni antipatía, me dice que me llama de PZ, y que si yo podía llamar el siguiente día hábil a un número que ella me daba, porque el Sr. M. (así, nombre de pila nomás, como se hace en los pueblos donde todos se conocen y los apellidos sólo se ven en las boletas de luz) había visto mi CV y quería tener una entrevista conmigo. Pero claro, pebeta, lo llamo nomás.
Esto fue un viernes, y por supuesto que tuve todo un fin de semana completo para hacer averiguaciones y elucubraciones varias. Y resulta que el Instituto PZ queda en la calle Z, en un barrio bien del norte de la Capital, y se dedica, pongámoslo sencillo, al asunto de las clases particulares.

[Bueno, clases particulares en barrio bien… puede andar, eh?]

Y llegó el lunes:

—Hola, qué tal, quería hablar con M. por favor?
—Soy yo.
—Ah, qué tal? Mi nombre es S., estoy devolviendo un llamado del viernes, por un CV que había env—
—Sí, qué clases puede dar?
—…Inglés…
—Bueno, las entrevistas son hoy y mañana de 9 a 19 hs.
—Aha…
—Cuando puede venir?
—…hoy y mañana de 9 a… necesitás que te confirme ahora? Porqu—
—Sí, así te anoto para la entrevista.
—Ah, claro… a ver… entonces…
—El miércoles, de 9 a 19?
—Ah! Eso me viene mucho mejor… a las 18 te parece?
—Ok, tu nombre?
—S.
—Bueno. Tenés que traer documento y copia del título, y si estás estudiando, analítico, o la libreta.
—Ok, no hay problema, algo más que me puedas contar?
—…? Esuninstituoofrecemosclasesparticularespuedenserennuestras

instalacioneseneldomiciliodelalumnoodelprofesorpagamosnuevepe
soslahoragarantizamosunminimodeunahoraymedia…
—Ahá… bueno, entonces nos vemos el miércoles a las 18, M.


Bueno, entonces es un Instituto que queda en un barrio bien (que dicho sea de paso queda bien lejos de mi casa) y tienen profesores trabajando por nueve pesos la hora.






Nueve pesos la hora.








[Y ahora ya le dije que iba, no voy a cancelar… Voy, y veo qué onda, capaz… y de última me reacostumbro a las entrevistas…a lo sumo pierdo un rato, y veo qué onda…]


Y entonces fui. A ver qué onda. Subte al fondo, y después buscar la calle Z. Carajo, era lejos del subte, y todavía me faltan seis cuadras, y cómo pega el sol, y la térmica dice treinta y cuatro, y qué lindo barrio resultó este, cuánta plata que hay acá, y todas las casas tienen personal de seguridad, y cámaras, y estacionados en las calles hay autos que no vi nunca antes, y hay muchos árboles y calles de empedrado, y huele lindo, y hay torres con jardines con pasto, y un regador, y garajes, y la gente pasa con bolsitos, camino del gimnasio, y es hora de pasear al perro, y hay poco ruido, y no pasan autos, y qué calor que hace, y tengo la camisa empapada, y llegar así todo sudado, y si no me apuro llego tarde, y llegar tarde la primera vez, y qué hambre que tengo, mejor guardo los anteojos de sol, no queda bien, y debe ser ese edificio que se ve en la otra cuadra, la puta que torre más grande, y claro, si me dijeron que era piso dieciocho, y mejor voy guardando los auriculares, y ya casi estamos, y ese edificio que creí que era, pues no era, sino que era el de atrás: ése era el de la Universidad esa tan cara que queda por Belgrano, que tiene estacionamiento y un señor de seguridad que mira a dos chicos que pasan por la calle como los alumnos que entran lo miran a él, y ahora sí, ya estoy en la puerta.
Lindo edificio; alto y con jardincito a la entrada. Subo tres peldaños, y ya. Frente a mí, un portero eléctrico imponente, una cámara de seguridad, y dentro del hall, su necesario televidente. Lo pienso sólo un segundo más, y aprieto el botoncito.





—Hola..?
—Sí, S.



Un zumbido me indica que mi nombre ha sido aceptado como válida contraseña. Empujo la puerta y entro.
—Hola..
—Buenas tardes, señor.

Y yo pensé en explicarle que a mí esas formalidades… y que yo no iba a hacer un escándalo si me tuteaba, y después de todo el muchacho no tiene muchos más años que yo, y… No importa, ya estoy frente a los ascensores. A ver si.. Ah, éste está acá! Abro una puerta, y después la otra. Y de la misma manera (pero ala inversa) las cierro. El cubículo es bien pequeño, con espejos totalizados, y una sólo dicroica, y aunque el número del piso está indicado en un hermoso visor de color rojo, los botones no tienen nada muy llamativo. Resumiendo: todo muy lindo, pero no se ve una mierda. Entonces acerco mis ojos miopes al tablero, y busco frenéticamente, temiendo que alguien llame el ascensor mientras yo busco el tesoro, el número 18. Y no lo encuentro. Tan ciego estoy?




No. Soy más tonto que ciego: hay unos ascensores para los pisos pares, y otros para los impares (increíble a dónde ha llegado la tecnología). En cuanto me percato del asunto, salgo, como si nada, del ascensor. Y antes de que pueda disimular y buscar los otros, se escucha de nuevo esa voz:

—A dónde vas?


Claro, ahora sí me tuteás, no? Ahora que ya me considerás un salame, me tuteás. Sabés qué? Está bien. Repito el procedimiento entonces, sólo que esta vez tengo la precaución de subir al que dice “Pares”.
Llego al 18. Frente a mí, una puerta como la de mi casa. Claro que esto debe ser bien distinto. Toco el timbre. Casi inmediatamente se abre la puerta, y se devela frente a mí la mentada oficina.
Un ambiente de (digamos) 4x4. En él, cuatro escritorios encimados uno con otro, formando una unidad casi completa; cada uno con su correspondiente silla, y en cada silla, una señorita. La que me abrió la puerta tiene su culo a 17 centímetros de la puerta (cómodo, realmente). Abro la puerta y entro (esto parece una descripción obvia, pero no lo es tanto, ya que en realidad hay que abrir la puerta por completo, y sólo después cerrarla, ya que es ése el único espacio que no está ocupado por mobiliario o humanidad alguna). A mi derecha, dos sillas, con dos personas, y más allá, la puerta de la cocina. Al frente un ventanal que espía medio barrio. Dos aires acondicionados bufan sin cesar (desde hace siglos pareciera). Cada señorita tiene su PC y su teléfono (está todo finamente calculado). Todas hablan al mismo tiempo. A la izquierda, tras los escritorios, un pasillo, y en alguna de las habitaciones que con él se conectan está, según yo intuyo, M., cual proxeneta de la educación.

—Hola… Sí..?
—Hola, venía a verlo a M.
—Clases de..?
—Inglés.
—Dame un segundo.
—Sí, cómo no.




—Ah, profesor..!
—…Sí…
—Dame un segundo.


Hubiera sido de estilo agregar “Tomá asiento”, pero en realidad no había dónde sentarse, por lo que la omisión puede considerarse más bien acertada. Las chicas siguen hablando, una al teléfono, otra con ésta, y la tercera con la anterior. O algo así. Mientras, las personas a mi derecha completan papelería.

—… usted no se haga problema, eso lo arregla el profesor…
—…qué quiere?
—…tapá el tubo, para que no se escuche…
—… bueno…sí, per… claro, pero…
—…tapá el tubo, o ponela es espera…
—…no, usté no lo puede llamar, no, de eso nos encargamos nosotros… claro, sí…
—…decile que la llamás… qué hinchapelotas…
—…no, señora, no… bueno, pero ahora ya no…


La chica de la puerta encara por el pasillo. [Debe de ir a anunciarme con M.]

—Bueno, preguntale, pero me parece que no…
—Qué quiere la vieja?
—Dice que se quedó sin luz, y que le parece una falta de respeto hacerlo ir al profesor sin luz, y que tenga que subir siete pisos por escalera, y…
—Bueno, mirá, si se quedó sin luz, problema suyo, si no quiere tomar la clase, el profesor va igual y le paga los veinte y listo.
—Sí, cualquiera…
—Y Gomez ya salió para allá?
—Qué sé yo… preguntale a Pereyra.


Vuelve la chica:

—Me podés llenar esta solicitud?
—Sí, claro…

Todavía no estoy muy seguro qué estoy solicitando, y el papel no lo dice. Empiezo a dudar de que lo quiera. Así como faltan sillas, faltan escritorios o mesas, por lo que Paul Auster y su Hand to mouth proveen el apoyo necesario. Basta un rápido vistazo para confirmar que todos los datos requeridos fueron oportunamente incluidos en el CV que les mandé por mail. Evito comentarlo. La señora que estaba a mi derecha se levanta. Por un segundo espero un “Sentate”. Nada. La señora dice algo, da un paso, yo me corro más a la derecha, la señora abre la puerta, y sale. “Tomá siento”? No, nada. Sigo parado, de puro orgulloso nomás. Y completo la solicitud, ya que, al parecer, es condición sin equa non para acceder a M.

—Ché, Gomez ya se fue?... Ah, no?... Bueno, gracias!
—Está ahí?
—Sí, dice que todavía no se fue…
—Ah, está…
—Lo llamo…
—Sí, llamala a la vieja y decile que el profesor ya salió para allá.
—…?!...
—Sí, porque si no es un quilombo… llamala, y decile que el profesor ya está yendo para allá, y que no le podés avisar, y cuando llega allá, verán, y si no puede tener la clase, le paga y listo.
—Bueno, la llamo…
—Sabés qué pasa? Acá, si no aprendés a mentir…

















Ah.
Y… para eso también tienen docentes, o son autodidactas?











El muchacho que está a mi derecha ahoga una risita.









Sigo completando la solicitud.




—Disculpame, ya está…
—Listo?
—Sí…


Bueno, mirá, te cuento, Esuninstituoofrecemosclasesparticularespuedenserennuestrasinstalacione
seneldomiciliodelalumnoodelprofesor…
—…mmmhhh…
—… pagamosnuevepesoslahoragarantizamosunminimodeunahoraymedia…
—Claro… de nueve a trece, siempre entre esos límites, verdad?
—Sí. Pero garantizamos una hora y media, o sea que como mínimo te quedan $13.50…



[Ahá. O sea, lo que me querés decir es me queda más plata, claro… el problema es que la hora no aumenta de precio, sino que aumenta la carga horaria… no soy profesor de matemáticas, pero sin embargo me percaté…]



—…depende del caso, y del nivel… igual se te va a avisar… clases de qué das vos?
…Inglés…
—Ah, inglés!—exclama mientras mira la papeleta, justo ahí donde dice “Ud puede dar clases de:”
—Sí…
—Y qué nivel tenés de inglés?










Ehhh… No estaban buscando profesores?
Yo podré estar recibido o no, pero…

Estoy tentado de decir “fersertifikeit”, pero temo que no se note la ironía.



—…no sé… bueno?
—Ah, no— vuelve a mirar la papeleta —sos del Profesorado! No, entonces está bien!
—…
—Y cuál es tu disponibilidad de horarios?

[Volvé a mirar la puta papeleta, la reputísima madre que te remilreparió…]

—Ah, sí… ok!



Y a esta altura mi paciencia y algunas otras cosas habían sido por demás mancilladas, y empezaba a ponerme nervioso; dale con la entrevista que me quiero ir. Y no me pidas copia del analítico que me la olvidé.


—Bueno, entonces te estamos llamando, la semana que viene seguro van a empezar todos los pedidos, y…
—Ahá…
—Bueno…
—…bueno… eh… gracias…
—No, a vos. Está abierto abajo.











Salgo y cierro la puerta. Subo al pequeño cubículo. Aprieto PB. El cubículo se detiene en el 12. Sube una señora. Una señora gorda. Y digo sube porque es todo lo que hace. Llegamos a PB. La señora abre la puerta y sale. Abajo estaba abierto, tenía razón la chica.




4 opiniones:

gerund | febrero 02, 2007 5:25 p.m.

la vida del profesor es durísima. y después andan por ahí mancillando la profesión!

de terror, S., de terror!

Anónimo | febrero 02, 2007 9:53 p.m.

Lo triste es que después de un tiempo muchos pierden la capacidad de asombro y terminan acomodando la cabeza lo mejor que pueden para que duela menos cuando se la pisan. Después de tres años en la docencia, me alegra todavía sentir indignación cuando leo o escucho anécdotas como la tuya. De las veces que me pasó, al menos me queda la satisfacción de haber puesto mi mejor sonrisa para rechazar la oferta (y el recuerdo de emprender la retirada triunfal procurando no arruinarlo todo por tropezar con una silla inoportuna - en mi defensa puedo alegar que el pasillo del dizque instituto era extremadamente angosto)

80p.

Anónimo | febrero 03, 2007 8:18 p.m.

podés empezar de abajo, o podés ponerte tu propio instituto, etc... ¿cómo? tu viejo no te "prestó" U$S 100.000 para ""empezar""?

uf... se te complica eh

Subjuntivo | febrero 05, 2007 10:56 a.m.

Gerund, usté tiene razón, pero la vida del profesor es difícil por personas que,s encillamente, no son profesores: sólo comerciantes.

80p, coincido con vos, y estoy decidido a no sucumbir; espero lograrlo. No te excuses por lo de la silla: la torpeza es un don de unos pocos.


Tulsi, estás lleno de odio!
Igual no te preocupes, cuando haga un jueguito interactivo para aprender inglés, ya sabés a quién se lo voy a pedir.



S.