Mikel
Podría pasarme la vida en los bares. Podría, la vida, pasarme en un bar. De alguna manera fui criado, o crecí, en un bar. Gran parte de mi infancia está atada a un bar, y más de una vez fue aula y escuela, maestro y compañero, castigo y calabozo, oficina, refugio y mucho más. Todo eso en un bar.
Y digo "bar"; nada de "café", ni "restorán", ni "fonda, "pulpería" o "bodegón". A lo sumo "boliche".
Porque el tango vive en un bar, y un bar es puro tango, yo también miraba con la ñata contra el vidrio, pero desde adentro: quería saber qué hacía mi viejo, enfrente, en el puesto de diarios azul.
El bar era la segunda casa, sino la primera. El bar era café con leche, medialunas, amigos, conocidos, tacheros y algo más. Sin olvidarse del humo, ese humo que mil parroquianos tiraban a la marchanta.
Todas las mañanas lo mismo: desayuno y vergüenza. Vergüenza de quéseyoqué; vergüenza de niño. Vergüenza de pedir el desayuno, vergüenza de ser el más chico, vergüenza de ser flaquito, miope, tímido, vergonzoso... Vergüenza de niño.
Tres de manteca, como siempre, y mientras, sale el sol. El viejo que va y viene, tacheros a los gritos, chistes, bromas, y un rato que se pasa entre humos de café y cigarrillo. Y de fondo, siempre, dale que te dale, el quejido de la express, que escupe café tras café tras café. Avanza la mañana y llega el borracho amigo, que con su copita de blanco de la casa avisa que el almuerzo no tardará en llegar. Y no tarda: ya se siente el olor del tuco cargado, del plato del día.
Pasaron más de veinte años desde aquellos tempranos días de madrugón y desayuno en el bar, y tal vez más de diez desde nuestro tácito divorcio a instancias de una vida que nos tenía preparados caminos diferentes. Cosas de la vida, motivos porque sí, y a pesar de que lo veo cada tanto, y me alegro de verlo, sigo mi camino. Sin embargo, esa mística que alguna vez inauguramos todavía me acompaña, y el bar (un bar, cualquier bar) va a ser siempre un refugio, una oficina, un calabozo, una terapia, un amigo que me invita a pasar. A tomar un café.
Escribo estas líneas en un bar, porque el bar es un lugar para leer y escribir y hablar; el café es una excusa. Este es uno de esos bares que está siempre ahí, pero que no es nuestro, que no registramos, que no nos interesa. Hasta que un día entramos, y ya está, se hace el click. Nos gusta, o algo pasa, no sé. Tal vez sólo sea el egoísmo de no querer dejarle de propina un cacho de vida. Los ánimos y las mesas se aúnan y afinan una melodía pegadiza y ya está, se engrosa tu lista de bares. Cariño será, qué sé yo...
La última de todas, contra la ventana, esa será (siempre que se tiene un bar, se tiene una mesa, eso lo aprendí hace rato). Americano con crema, eso será. Y quizás algún día, cuando él ya no exista, o el paso de los años lo haya vuelto irreconocible, o yo sea polvo, o un acorde menor, alguien se acordará y dirá a quienes quieran escucharlo que este humilde servidor gustaba de ir a Mikel.
Y digo "bar"; nada de "café", ni "restorán", ni "fonda, "pulpería" o "bodegón". A lo sumo "boliche".
Porque el tango vive en un bar, y un bar es puro tango, yo también miraba con la ñata contra el vidrio, pero desde adentro: quería saber qué hacía mi viejo, enfrente, en el puesto de diarios azul.
El bar era la segunda casa, sino la primera. El bar era café con leche, medialunas, amigos, conocidos, tacheros y algo más. Sin olvidarse del humo, ese humo que mil parroquianos tiraban a la marchanta.
Todas las mañanas lo mismo: desayuno y vergüenza. Vergüenza de quéseyoqué; vergüenza de niño. Vergüenza de pedir el desayuno, vergüenza de ser el más chico, vergüenza de ser flaquito, miope, tímido, vergonzoso... Vergüenza de niño.
Tres de manteca, como siempre, y mientras, sale el sol. El viejo que va y viene, tacheros a los gritos, chistes, bromas, y un rato que se pasa entre humos de café y cigarrillo. Y de fondo, siempre, dale que te dale, el quejido de la express, que escupe café tras café tras café. Avanza la mañana y llega el borracho amigo, que con su copita de blanco de la casa avisa que el almuerzo no tardará en llegar. Y no tarda: ya se siente el olor del tuco cargado, del plato del día.
Pasaron más de veinte años desde aquellos tempranos días de madrugón y desayuno en el bar, y tal vez más de diez desde nuestro tácito divorcio a instancias de una vida que nos tenía preparados caminos diferentes. Cosas de la vida, motivos porque sí, y a pesar de que lo veo cada tanto, y me alegro de verlo, sigo mi camino. Sin embargo, esa mística que alguna vez inauguramos todavía me acompaña, y el bar (un bar, cualquier bar) va a ser siempre un refugio, una oficina, un calabozo, una terapia, un amigo que me invita a pasar. A tomar un café.
Escribo estas líneas en un bar, porque el bar es un lugar para leer y escribir y hablar; el café es una excusa. Este es uno de esos bares que está siempre ahí, pero que no es nuestro, que no registramos, que no nos interesa. Hasta que un día entramos, y ya está, se hace el click. Nos gusta, o algo pasa, no sé. Tal vez sólo sea el egoísmo de no querer dejarle de propina un cacho de vida. Los ánimos y las mesas se aúnan y afinan una melodía pegadiza y ya está, se engrosa tu lista de bares. Cariño será, qué sé yo...
La última de todas, contra la ventana, esa será (siempre que se tiene un bar, se tiene una mesa, eso lo aprendí hace rato). Americano con crema, eso será. Y quizás algún día, cuando él ya no exista, o el paso de los años lo haya vuelto irreconocible, o yo sea polvo, o un acorde menor, alguien se acordará y dirá a quienes quieran escucharlo que este humilde servidor gustaba de ir a Mikel.
15 opiniones:
es muy hermoso
Muy interesante. Dan ganas de levantarse temprano, mañana tal vez, bien temprano. Como para llegar primero a Mikel, elegir una buena mesa desde donde uno pueda ver todo lo que contás. Desayunar algo y hacerse el que lee el diario pero en realidad estaría espiando y tratando de cazar las imágenes que contás. Tal vez tu cara de vergüenza de quesabesvosqué que sale para el cole y, estoy seguro, la cara de orgullo de alguien que te ve salir y vos nunca pudiste ver... No sé, tal vez... Me quedaría un largo rato en esa mesa, sin escribir, sin pensar. Sintiendo el tango, adivinando el dibujo de los humos, tratando de reconocer los chistes de los tacheros y llenándome con los olores de los que hablás.
Sería un lindo día, sí señor.
También me gusta adueñarme de bares, pero lamentablemente cada vez quedan menos, al menos de los viejos que me gustan a mi.
"No me busques en mi casa, estoy seguro ahí en el Café Madrid..."
Gerund, muchas gracias! Si es cierto eso que dice por mail, me siento halagado (acá es donde los demás sienten la curiositud entrándoles por el páncreas)
Puercoespín, gracias por pasar! Cuando leí tu post pensé que habías entendido mal. Después lo releí, y pensé que tal vez yo tenía algo más en la cabeza que no escribí, y no quedo del todo claro. Ahora pienso que está bien así, y mejor no lo explico, porque después de todo lo importante es la impresión que transmitió, y no el grado de sinilitud que guarde con lo que tenía en mente.
Noté con tu comentario un dato en el cuál no había reparado, y es que, ciertamente, yo era uno de los primeros en llegar cuando abrían, cerca de las cinco y media o seis. Simular lecturas mientras se hurga con la vista es un clásico de bar. Pero siempre con algún material de lectura en la mano. Si no, mirada perdida por la ventana, con cara de Juan Salvo pensando en Martita.
Me convenciste: te invito un café.
Romau, welcome back! (lo pondría en castellano, pero no sé cómo se dice… "bienvenida de vuelta"?) Vos tenés toda la razón. Hay otro escrito más abajo, si no me equivoco, que bien podría ser el caso, que habla un poco de eso. El bar, o café como le gusta a Gerund, desapareció. Pero no se murió, se escondió. Está en los barrios, está en las calles, está por ahí. Pero lo que nos quedó a la vista y a la mano, fueron estaciones de servicio, lugares con sillones, bistrós, restós, japi auers, locales franquiciados, y cosas por el estilo.Y el mozo… se acabó "el mozo", te diste cuenta? Se acabó el oficio de mozo; se acabaron "esos" mozos. Las Violetas, reformado; el Británico, cerrado; la Academia, remodelado, Los Angelitos, derrumbado, en vías de remodelación; La Perla, reformado; la lista sigue.
Debo reconocer que no le tengo mucho cariño particularmente al café Madrid, pero conozco la cita, y es loco, porque mi tío, que cuenta unos años más que yo, y fue hippón y músico, sí lo frecuentaba, y aún lo visita cada tanto, libro en mano por supuesto.
Hay uno muy lindo para leer cuando cae el sol, cognac en mano si el bolsillo lo permite, enfrente del hospital Rivadavia, ahí en Las Heras y no sé qué calle. No me acuerdo el nombre, y por algún lado dice Whiskería si no me equivoco, pero es lindo para leer cuando cae el sol.
Gracias por pasar,
S.
se dice bienvenido nuevamente, así de horrible como suena.
siempre tendremos los mozos de la barra.
siempre habrá un café-café, café de aquellos, escóndido en alguna parte para nosotros.
sí, todo lo que dice el mail es cierto.
Juan Salvo? Martita? Estimado Subjuntivo, Ud. debe ser lector de historietas. Lo felicito.
Tal vez no importa si entendí lo que Usted escribió, para mí lo importante fue que lo que entendí, me gustó mucho.
Saludos y le agradezco el link.
ve que hace viajar a la gente...?
Buenas...veo que tiene un emprendimiento en la red muy groso, espero q le vaya bien.
Los bares sobreviven en los barrios, y murieron en los centros, barrios nortes, palermos hóliud y recoletas. Igual, no sé si me gustan tanto los bares: me temo que es más una idea poética q una realidad, en mí caso.
Saludos
Simplemente interesante, y por qué no, profundo. No creo que quepan otros calificativos... Se comparte mucho de este texto.
L. (Siguiendo su temática)
Pinchudo, más que historietas, El Eternauta, y ahora, recientemente, Marcianeros. Siempre me gustaron los comics, pero el bolsillo me frenó siempre. El link se lo regalo (es una innovadora técnica comercial)
Gerund: al infierno, mi querida, al infierno…
Sr. K:
Uf, qué nombrecito, papá! Si hay que hacer reverencias, avise. No sé a qué emprendimiento "muy grosso" se refiere, pero ojalá uno de estos días alguno de mis emprendimientos lo sea. Lamento que no te gusten los bares, pero celebro el tinte poético.
Leo, gracias por pasar, y no te hagas el Anónimo.
(capaz que ahora la gente está pensando "pucha, pensé que era Liniers...)
S.
Ufa, loco! Yo tenía ganas de hacerme el místico por un rato y vos me escupís el asado... En fin, la opinión no cambia.
L. (sí, insisto... y qué?)
ve? el ennigmático señor L. dice "se comparte mucho de este texto". que es otra manera de decir que ustet hace viajar a la gente. sí, a veces al infierno, por también a otras partes... a los cafés, digo, bares, por ejemplo....
Bueno, acabo de verme linkeado y quería agraderle (próximamente retribuiré los links tb).
R.
(para seguir la linea...)
Agradere nomás, querido amigo.
Pero no se vea en la necesidad u obligación de ninguna retribución. Yo pongo aquí, y en otros lados, ,links que creo, por un motivo u otro, que valen la pena. No intento convertirme en un fenicio de los links, y el intercambio me deprime.
Si ustet o cualquier otro visitante siente el deseo de linkearme, por demás agradecido; si no, no hay problema.
De esta manera, no sólo podré saber que quienes me linkean lo hacen por gusto y no por obligación, sino también evitaré defraudar a nadie poniéndo aquí links a lugares ñoños por justo trueque.
Espero sea bienentendido el concepto.
Tengan todos muy buenos días.
S.
PD: había posteado en su blog, sobre el Persi Miusic, pero el éter lo devoró, y es por eso que ud no puede verlo. Maldita internel...
Está clarísimo y si Pretérito figurará en la lista de links es simplemente porque me gusta, no porque me sienta obligado.
El Pesi, apesta, sólo destaco que traen a los Stooges (o lo que queda de ellos...)
Abrazo.-
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