De Sartre y Dios

Dice Morrissey que todo es difícil de encontrar si no abrís los ojos, y todos los días tenés que preguntarte "Cómo me siento conmigo mismo?", y que finalmente no te queda otra que aceptarte a vos mismo. ¿Habrá leído a Sartre?

De todos modos, hay una diferencia entre aceptarse y hacerse cargo. Y aunque a priori pareciera que lo primero implica lo segundo... bueno, pues no es así. Hay quienes aceptan, o eso creen, lo que son, pero creen que es el mundo el que les juega una mala pasada. Estimado amigo, el mundo está preocupado en otras cosas, no es usted tan importante.

Tal vez sea el mundo el primogénito de aquel Dios que más de uno persigue, pero que se rebeló hace ya tiempo, es jodido, falopero y putaniero.

Cuando yo era chico, más chico al menos, pensaba que estaba mal no creer en Dios. Y entonces hacía todo lo posible por creer, por encontrar una respuesta. Nunca la encontré, y el paso del tiempo hizo de esto una preocupación más bien menor. Pero cada tanto la cotidiana realidad se levanta de buen humor y juega una chanza, poniéndome adelante alguno de esos que se quedaron en mi infancia.

A fin de no aburrir con explicaciones trabajosas y enredadas, transcribo a continuación una fragmento de la vida real, y les doy tiempo de sacar sus propias conclusiones:

(Situación: dos ex-compañeros de trabajo, conocidos pero sin un contacto demasiado fluido, dialogan sobre el próximo casamiento de uno de ellos)


—¿Y se casan con fiesta y todo eso? ¿Un montón de guita, no?
—Sí, si lo pensás... si fuera por mí... pero bueno, uno siempre tiene que ceder algo... yo le dije, si por mi fuera, ni paso por la iglesia... Civil y después un asadito en casa, y listo...
—Claro...
—Ojo, no es que yo no sea creyente, eh?! Pero... (acá iría la sesuda explicación del porqué, siendo creyente, no se casaría por iglesia)
—No, obvio...


Menos mal que yo no soy Dios, me enojaría mucho este tipo de gente.



1 opiniones:

Juan Solo | marzo 21, 2005 9:28 p.m.

Brillante la última frase.
A propósito de la divinidad (y de tal cualidad en uno mismo) escribí una vez que "soy un chicle en la suela de Dios". Nada más. (Ni nada menos, qué carajo.)