... que al final, termina la función, corriéndole un telón al corazón...

No sé por dónde empezar, es difícil, supongo que se trata de la historia de un pobre chico de 26 años que nunca fue feliz. Tanta historia no podría resumirse en unas pocas líneas, pero trataré de transmitir la idea más allá de los hechos

Decía Parménides que nada puede nacer de la nada. Y son 26 años tiempo suficiente para casi cualquier cosa.

Son entonces 26 años los que llevo sufriendo, solo yo sé cómo. Y cuánto. Pero durante mucho tiempo, muchísimo, y aunque parezca tonto, no pude saber el por qué. Diría, y lo digo, que incluso hoy no tengo claro el por qué, ni tampoco el para qué.

Transcurrió así mucho tiempo, y es realmente muy difícil sostener en el tiempo esta realidad. Y cuando todo se puso negro, y parecía que se bajaba el telón, porque la función ya no tenía sentido, porque no había nada para hacer ni nmostrar, y el actor principal estaba cansado y quería irse a dormir, algo o alguien (o ambas) lo impidió.

Mi vida era (es) una obra que no me gustaba, que no tenía nada de gracioso ni de nuevo ni de interesante ni de desafiante ya, era un número aburrido que nadie quería ver, ni siquiera nadie quería actuar. Ni el protagonista. Pero claro, nadie tampoco hacía nada. No había, ni siquiera, intenciones de hacer algo que quedaran truncas por falta de algo. Lo que faltaba eran, aparentemente, nad más que intenciones. Ganas. O algo así, qué sé yo.

Como te digo, por algún que otro motivo, ese telón no se llegó a bajar del todo, aunque estaba tan bajo que poco podía verse. Alguien que sí quiso ayudar, pero pudo poco, porque el protagonista no se sentía con ánimos (y con sus justificadas razones, claro) lo mandó a hacer terapia. Le dijo que era lo que lo podía ayudar, y en la desazón y el desconcierto, accedió.

Pasaron mese, y ese actor de cuarta empezó a ver algunas cosas de otra manera, empezó de a poco a cambiar, poco, muy de a poco, su forma de ser y de pensar (que es tal vez lo único que alguna vez supo hacer, aunque no le quedara claro para qué le servía, si acaso le servía de algo) Tuvo que abrir un libreto de 25 capítulos, y empezar a releerlos, para hacer modificaciones por todos lados, muchas de las cuales no podían hacerse porque eran capítulos del pasado, cerrados ya.

Intentó, vaya uno a saber con qué suerte (o tal vez se sepa pero no valga la pena aclararlo aquí) dejar de lado su pasado de depresión, de tristeza, angustia, soledad (que no se trata, por supuesto, de soledad de personas físicas alrededor) de llantos interminables, de confusión, de pesar.

No vale la pena entrar en los detalles del camino que anduvo (y sigue andando) pero cierto es que anduvo alguno. Diferente al que siempre había andado.

Y llegó un día, entonces, en que, por recomendación de algunos, decidió (entre muchas otras cosas) festejar su cumpleaños. Festejar, se entiende el concepto? Cuántas cosas esto implica, dificilmente pueda yo explicarlo. Después de todo, él, que siempre había creído, desde hacía mucho ya, que su función terminaría en el capítulo 27, pensó que era tal vez una de las últimas oportunidades que tendría.

Le habían hecho una salvedad, en sus consejos, y era que invitara sólo a quienes él quisiera que estén, que no invitara a toda la prensa y los medios, que fuera una fiesta para aquellos que lo habían aguantado, que lo habían ayudado cuando estuvo mal (alguna vez no fue así?) quehabían creído en él, aquellos que sabían realmente quien era él realmente, aquellos que le habían tendido una mano, esos que iban a las funciones aún cuando ya no había nada para ver, cuando el actor había perdido ya todas sus facultades. Esos que le habían permitido seguir con su farsa nada menos que 25 años.

Y eso hizo. Seleccionó, e invitó. Les pidió, incluso, que trajeran un regalo. Claro, quería, simbólicamente, empezar de nuevo, y como quería algún día poder tener un teatro lindo y agradable, quería cosas nuevas en él, cosas simples, sencillas, que costaran poco pero valieran mucho. Cierto es que no estaba, para nada, acostumbrado a recibir regalos. Claro, después de todo es muy difícil recibir regalos en tamaña soledad. De hecho, para ser justos, es difícil recibir nada en tanta soledad. Es difícil también, convengamos, dar nada entre tanta soledad.

Hizo entonces memoria, y empezó a fijarse qué roles habián cumplido en sus funciones y en su teatro las personas que conocía. Estaban los que lo habían ayudado, en todo sentido, habían estado con él, sabían de qué trataba la obra, conocían por dentro el teatro, sabían dónde no tocar porque estaba roto, conocían los pasillos, el escenario y el camarín. Eran tan pocos que pensó que era lógico, después de todo, haberse sentido tan solo siempre. Encontró otros que no conocían tanto, pero iban siempre a las funciones, y lo alentaban a que siguiera, y le decían que no eran tan importantes sus errores, que tenía potencial si sabía encontrarlo, y sabían que era un buen actor aunque estaba diezmado por el peso de su pasado. Creían en él.

Encontró otros que eran la claque, los que aplaudían siempre, sin evaluar nada, porque para eso estaban, solo para aplaudir y reir mecánicamente. A estos los descartó. Después de todo, no necesitaba quién le mienta, ni lo adule vanamente, necesitaba otra cosa (tal vez ni siquiera supiera qué, pero dijo Platón de las personas que "La más sabia es la que sabe lo que no sabe").

Se encontró por último con un grupo de gente un tanto heterogénea, que eran aquellos que no conocían el teatro (aunque sabían dónde quedaba) y no sabían qué había adentro (aunque algunas veces habían ido) ni sabían dónde no tocar, ni sabían nada de nada; aquellos que sistemáticamente opinaban de todo sin saber de nada, y ocupaban siempre las filas del fondo para reírse burlonamente. Sabían comentarios de todo tipo, menos de los agradables, menos de los útiles. Les gustaba mucho gritar, mandar, despotricar, hacer sentir mal a los demás, y casi nada más. Incluso en ocasiones, era no solo el protagonista, sino también el resto del público quienes se quejaban de este grupito. La gente se preguntaba por qué los dejaban entrar, y por qué hacían lo que hacían. Se preguntaban incluso si no serían ellos quienes hacían cada función más difícil que la anterior, quienes bajaban todos los días un poquito más el telón. Mientras tanto, el protagonista agachaba la cabeza y recibía los palos. Hubiera tenido vergüenza de admitir ante quienes conformaban los grupos anteriores, que este último no era ni más ni menos que su familia.

Llegó el día del evento, ese que no sólo él sino todos habían estado esperando. Los preparativos habían empezado temprano, bien temprano. Todo estaba limpio, las cosas necesarias se habían comprado ya, el lugar se había acondicionado, todo parecía estar listo.
Empezaron a llegar los invitados, y con el primer empezó la función. Función que se creía, por parte de algunos, renovada, diferente a la que siempre había sido.

No daremos los detalles, ni puedo ser yo quien diga si la función era buena o no, o si el protagonista lo estaba haciendo bien o mal, mejor o peor. Quizás solo pueda decir que lo estaba intentando. Yo puedo dar fe que lo estaba intentando, y que había ensayado suficiente: no era una improvisación.

Parecía estar sucediendo todo en la mayor normalidad y armonía. Pero como dije, era un grupo heterogéneo. Basto entonces un solo movimiento (o una sola palabra o algo, vaya uno a saber qué) para que uno del grupo se enervara, vaya uno a saber por qué, y a viva voz, en el medio del nuevo teatro, lleno de público especialmente seleccionado, gritara que le iba a romper la cara. (Dijo, según se comenta, que lo iba a matar, y tantísimas cosas más, pero no valdría la pena detenernos en un detalle pormenorizado)

Llamemos a este momento el "Día D", porque ahora habrá que analizar por separado las actitudes individuales que se sucedieron simultáneamente.

Como el sujeto formaba parte del mentado grupo, fueron por supuesto estos los primeros en reaccionar ante su brabuconada. No valdría tampoco, aunque no me falten ganas, detenerse a analizar la actitud del sujeto, ni sus condiciones intelectuales, ni la era a la que pueda pertenecer. (paleozóica tal vez, no lo sé) Quedará a evaluación del lector, y que saque sus propias conclusiones.

Paso entonces la acción y la actuación a otro escenario, uno en el que actuaban los que momentos antes fueran público. Alguien saltó a atajarlo, como si de Rambo se tratara. Como si de Ghandi se tratara también. Como si fuera no su hijo, sino un tercero, loco, que no sabe lo que hace, ni él pudiera haberlo previsto, ni tuviera él nada que ver con eso. Un tercero, bah.

Otro alguien gritaba, raro en ella, que quería irse, y qiue se iba con el primero. Claramente había tomado postura, y entendía que había dos partes, habiéndo ella elegido el suyo. Es claro que, sean cuales sean las circunstancias, y por equivocada que pueda estar, una madre siempre está del lado de su hijo. (siempre?) Estaba ella también como un tercero, sin nada que ver en el asunto, sin comerla ni beberla como se dice. No puedo menos que apiadarme de ella…

En el medio del desorden algunos olvidaron incluso a los inocentes, que siempre están. Y encima eran mayoría (si inocencia fuera un término para aplicar a esta situación estrictamente, claro está) Tratábase de una niña y su novio, de la abuela del grupo, madre de casi todos los presentes, y un querubín hermoso, inocente en el sentido más amplio de la palabra, y tal vez la mayor víctima. El último, ausente con aviso, zafó.

Mientras todo esto sucedía, sucedían también sensaciones y emociones en el mismísimo protagonista, qué atónito intentaba pensar a la velocidad de la luz cuál sería la mejor manera de resolver el embrollo, tratando de minimizar los daños. Incluído el de la cara del brabucón, que consideró innecesario y de una bajeza extrema. Solo atinó entonces, a pedirles a quienes lo merecían, que se quedaran tarnquilos, que no era su culpa, y que les pedía disculpas, aunque no fuera por tener la culpa, al menos por haber sido en su función y su teatro, adonde él mismo los había invitado, que sucediera todo.

Lo que pasara después de esto, yo creo, es historia conocida, al menos en parte.

Solo haré una mención a frases que fueron vertidas en el ojo del tornado, y que vale la pena recordar vez tras vez.


"No te das cuenta que estamos todos haciendo un esfuerzo ???" (el brabucón)
"Lo que pasa es que vos no tenés una familia" (o algo parecido, a cargo de la madre)
"Sabés lo que pasa? Uds no tenían que estar acá, me equivoqué. Porque con uds, pasan estas cosas" (el protagonista)


Mis conclusiones y opiniones al respecto, me las reservo para una potencial exposición futura, mientras tanto podrá cada uno analizarlas y sacar sus propias conclusiones.


Hoy el teatro está clausurado, y las autoridades no contestan los llamados. El destino del mismo es incierto.


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