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Diez años
Roberto, mi primera novela
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Ocho años
Decidir la fecha de aniversario es a veces poco más que un proceso arbitrario. Digamos que el primer post de este blog se publicó hace ochos años, y que de allí concluímos que el blog cumple ocho años hoy.Ignorance is bliss
En el pasado solía recordar todo.
Quería ser inteligente, quería que todos supieran que era ingeligente, quería tener la información a la mano.
Tenía una respuesta, no sólo correcta sino también afilada, filosa, ácida, quirúrgica, para cada ocasión que lo requiriese.
Cada dato que llegaba a mí era importante, pensaba que la gente iba a valorar eso, porque valoraba a la gente inteligente.
Pero resultó que a la gente no le gusta la gente inteligente.
Los llaman vivos, piolas, vivillos, listillos, sabelotodos. No les gustan.
No, a la gente no les gustan los que tienen respuestas para todos; les gustan más los que asienten, o callan. Los que no traen problemas, los que se ajustan.
Pasó mucho tiempo, pero finalmente comprendí.
Ahora mi memoria es débil, recuerdo sólo lo necesario, y lo necesario es realmente poco, porque todo puede ser averiguado, eventualmente, o, en la mayoría de los casos, sencillamente olvidado, ignorado.
Día normal
Si no me hubieran hecho tanto daño, yo los querría a todos, al menos en principio.
No puede ser, lamentablemente.
Por el sendero venía avanzando el viejecillo…
“Puedo decir que asistí a un solo taller literario en mi vida y que duró alrededor de cinco minutos. Yo tenía dieciséis o diecisiete años, había escrito un cuento muy largo llamado "El último poeta" y consideraba que era, naturalmente, extraordinario. Se lo fui a leer, una tarde, a un viejo profesor sin cátedra que vivía en las barrancas de San Pedro, un hombre muy extraño. Bosio Arnaes se llamaba. Leía una cantidad de idiomas. Recuerdo que tenía un búho, papagayos, un enorme mapamundi en su mesa. Él mismo se parecía a un búho, pájaro, dicho sea de paso, que fue el de la sabiduría entre los griegos. La penúltima vez que lo vi, el viejo estaba casi ciego, pero se había puesto a aprender ruso para leer a Dostoievski en su idioma original. Eso la penúltima vez. La última, estaba leyendo a Dostoievski, en ruso, con una lupa del tamaño de una ensaladera. Era un hombre misterioso y excepcional. En San Pedro se decía que era el verdadero autor del libro sobre los isleros que escribió Ernesto L. Castro y del que se hizo la famosa película. La novela original era una novela vastísima de la que, se decía, Castro tomó el tema de Los isleros. No importa si esto es cierto; era una de esas historias míticas que ruedan y crecen en los pueblos.
De modo que fui a la casa de la barranca y comencé a leer mi cuento, que empezaba exactamente con estas palabras: Por el sendero venía avanzando el viejecillo… y ahí terminó todo.
Bosio Arnaes me interrumpió y me preguntó: ¿Por qué "sendero" y no “camino”?, ¿por qué “avanzando” y no caminando"?, en el caso de que dejáramos la palabra sendero, ¿por qué "el" viejecillo y no "un" viejecillo?, ya que aún no conocíamos al personaje; ¿por qué "viejecillo" y no "viejecito", "viejito", "anciano" o simplemente "viejo"? Y sobre todo: ¿por qué no había escrito sencillamente que el viejecillo venía avanzando por el sendero, que es el orden lógico de la frase? Yo tenía diecisiete años, una altanería acorde con mi edad y ni la más mínima respuesta para ninguna de esas preguntas.
Lo único que atiné a decir, fue: "Bueno, señor, porque ése es mi estilo".
Bosio Arnaes, mirándome como un lechuzón, me respondió:
-Antes de tener estilo, hay que aprender a escribir.”
Ser Escritor, Abelardo Castillo
Escribir
Primero no hay nada. Después, en un segundo, como dice Paul Auster, la historia está ahí, adentro de uno, y no hay nada que hacer. Papel, lápiz, máquina, teclado, grabador, o lo que sea, y se empieza.
Y de ahí en más, la obsesión y el trabajo duro. Y en lo posible, no descansar hasta terminar (siempre dependiendo de la longitud esperada de la obra, claro). Las ideas vienen en mareas, vienen palabras, imágenes, nombres, lugares, referencias a otras obras, olores, colores, sensaciones.
Después, encerrarse y producir. Vienen los cigarrillos, la música, el alcohol, la nada. Ordenar el escritorio, poner todo en orden, buscar la situación perfecta, que puede ser cualquiera, y mirar la hoja en blanco.
Mirar la hoja en blanco, y pensar cómo empezar.
Y ahí se pueden ir horas.
Y en esas horas pasan cosas, y uno siente que no pasa nada, pero pasan miles de cosas. Y es mirar la hoja en blanco, y pensar, y nada más; y uno siente que, si no hace nada, si el cuerpo no hace nada, entonces no está pasando nada. Y está pasando todo.
Y finalmente, empezar. La primera frase. Y entonces ya está, uno ya está perdido: lo que era idea, es ahora historia. La idea se arma sola, y uno nada más la mira, la toma, y le cambia algunas partecitas. En el confín de la casa o la pieza habla solo, camina, fabula, hace caras, piensa, imagina, bosqueja, y con suerte, escribe.
Y de nuevo, dependiendo de la longitud de la obra, pasan horas, o días, o meses.
Y un día está terminada, o algo así.
T después pueden pasar muchas cosas, y eventualmente alguien la lee. O no. Y a alguien le parece genial, y a algunos otros, no. Y a a lagunos les significa todo, y a otros, obvio, la nada misma.
Ayer pasó algo feo
Ayer pasó algo feo.
Ayer pasó algo normal.
Ayer murió una persona.
Ayer pasó eso que siempre pasa, pero a veces no pasa así nomás, aunque en general, pasa.
Ayer murió una amiga.
Hubo un accidente, o algo. Pocos saben, y los que saben no dicen. No dicen porque no quieren hablar. Y es respetable. Y está bien. O no. O no importa. Alguien murió, y es la tonta estrucutra, la incapacidad humana, que quiere saber, tener detalles. Pero no importa, en realidad. Dicen que todo tiene solución, menos la muerte. Así que no importa saber tanto.
Ayer murió una amiga.
Uno.
Recibí un mail que decía "POR FAVOR LEER, UNA NOTICIA HORRIBLE". Pensé que era una cadena, pero igual lo abrí. No, no era una cadena. Me acabo de enterar que falleció R., la mujer de C. Fue un accidente pero no se sabe de qué tipo. C. pidió que no lo llame nadie, así que habrá que esperar.
Eso decía. Decía "falleció", que siempre suena mejor que murió, y decía "esperar", que nunca suena bien.
Todavía no hay noticias del asunto, pero no importan, ya dije.
Estás boludeando, haciendo tonterías, pensando en cosas menores que sentís importantes, comés algo, jodés con la compu, y te llega un mail, y cambia todo. Zas. Así. Cambia todo.
Dos.
No estoy mal. Estoy consternado, pero no estoy mal.
Eso dije, al ratito. Y eso puedo decir ahora. Creo.
Tal vez alguien podría dudar, pensar que son mecanismos de defensa, que son cosas que hace la mente para poder, para seguir, para entender cuando no se peude entender. Yo puedo estar de acuerdo con todo; podría incluso decir eso, o más, si fuera sobre otro. Pero no me siento mal, no. Hoy fui a trabajar, me lavé los dientes, corrí el colectivo y me preocupé por no haber estudiado como debía, lo mismo que cualquier otro día.
La muerte, en general, no me pone mal.
La propia, lo dije, no me preocupa mucho. Me preocupa el dolor, sea físico o del otro, aunque más el físico, pero a la muerte no le tengo miedo, no particularmente, no así. Tengo un algo de miedo a que me agarre de la nada, sí, pero a la vez no.
No, porque hace mucho que vivo lo más Carpe diem que puedo. No del todo, no, claro; no como me gustaría, tal vez (aunque estoy contento con cómo vivo lo que me toca vivir). Y me ha tocado vivir en vida cosas que no me han gustado nada, y que seguramente no me toque vivir después de muerto. Y creo, tontamente tal vez, que todos viven un poco así, que todos viven la vida que quieren o pueden, pero que la muerte, de todo lo que puede pasarte en esta vida, es de lo menos terrible.
Si tuviera que sentirme mal por algo, sería por pensar, o sencillamente sentir una empatía horrenda, la de siempre, por los que quedan, por los que enfrentan en vida situaciones de mierda, como esas que sobrevienen a las muertes.
Mi vieja siempre decía que había que hacer lo que uno quería, lo que uno sentía, que nada duraba nada, que nada valía mucho, tal vez sólo un momento, que no teníamos nada realmente, esas cosas. Supongo que todavía las dice, aunque yo ya no las escuche. Y así, con esa filosofía, se mandó miles.
Yo, que seguro también me mando miles, no pude menos que, aunque tampoco quise menos que, abrazar la teoría. Pero no porque quise sesuda y conscientemente, sino porque, a través de esa lente, vi y analicé muchas cosas de mi vida y la de otros, que a la larga son la mía tmabién, y comprendí que tenía razón, y que para mí, esa era la única manera de vivir esta vida.
Y entonces cuando alguien muere, yo pienso que el muerto no siente dolor. Y siento que, entonces, la muerte no es tan terrible. Para el que muere. Y pienso que yo y todos podemos morirnos ya mismo, y que entonces no va a importar nada, y no es tan terrible.
Lo que sí es terrible es pensar, en vida, que de morirnos ya mismo, nos habrían quedado tantas cosas por decir y hacer. Eso es triste. Entonces, creo que tengo razón con mi Carpe diem barato, y lo reinvindico, y lo abrazo, y somos amigos, y vamos juntos de la mano, a como dé lugar.
Y sin embargo, en algún lado, uno siente que debería sentirse un poco mal. Llorar, putear, pegarle a una pared. Si no es por el muerto, al menos por el miedo que nos genera pensar que podemos morirnos, o ver a alguien morir. Pero como yo trato de vivir para quedar hecho si me muero ya mismo, eso no me jode tanto, Pero ver morir a otro...
Tres.
Yo tengo la misma edad que C. Y que R., para el caso. Munca me casé, ni sé si lo haré, ni pienso en hacerlo, ni quiero hacerlo. Pero alguna vez estuve cerca, a mi manera.
Y ahora que se murió R. (hay que repetirlo, para que quede claro, para limpiar, para que la negación se amilane y se raje como rata por tirante), yo pienso en C. Y yo, que no me casé, pero alguna vez estuve cerca, alguna vez pensé también en esto.
Cuando uno quiere mucho, que se llama amor, se empieza a preocupar mucho por la persona amada, y empieza a tener pensamientos egoístas, y piensa qué sería de uno si la persona amada muriera. Y yo tuve momentos de pensar mucho, muy recurrentemente, que la persona que amaba se podía morir.
No había motivos, más que la vida misma, pero yo a veces me encontraba en el subte, o en el baño, o comprando papas, y pensando que tal vez llegaba a mi casa, o sonaba el teléfono, y esa persona se había muerto. Algunos lo llamarán pesimismo, otros realismo, otros alguna otra cosa; a mí me da igual, pero yo pensaba bastante en eso, y después, tonta y silenciosamente, llegaba a casa y me sentía bien, porque estaba ahí.
Uno de esos días que son sólo días sonó el teléfono. Y un pequeño incidente que no pasó a mayores, y yo dije viste, viste que cualquier cosa puede pasar cualquier día, y esas cosas. Estas cosas. Pero no pasó nada. Pero yo pensé mil cosas.
Y todas esas veces que pensé cosas, no pude evitar pensar qué haría si. Y nunca se sabe. Y uno piensa cosas, imagina lo inimaginable, porque nadie puede imaginar lo que no conoce, realmente. Pero en general llegaba a la conclusión de que habría ido a acompañarla inmediatamente. No por un espíritu suicida, no por todas esas cosas que, en fin; simplemente porque no habría sabido qué hacer, porque no habría encontrado en la vida motivos para seguir, porque habría querido estar con ella, como fuere, porque esta vida era con ella, y si no, no.
Y algunos seguro pensarán que bueno, que son impulsos, que todos nos sentimos así, pero que la vida sigue, que hay que seguir, que es normal pero, que etc. No sé, tal vez tengan razón, a mí no me improtaba ni me importa. Yo siempre concluía que le hubiera seguido los pasos sin mediar.
Y ahora que R. se murió, y ya no siente nada, y no sufre más, yo pienso en C. Y me da mucha tristeza. Y pienso si él pensará o sentirá como yo. Pero pienso también que R. y C. tienen (¿tenían? ¿cómo se conjuga este verbo?) un hijo. Ahí no tengo dudas de que C. no piensa o siente como yo. Aunque tal vez me equivoque, pienso que no.
Cuatro.
"que feo es ver que la vida sigue cuando vos la estas pasando re mal, no? uno esperaria que todo se paralice pero no"
Me dijeron eso, ayer. Cuánta verdad.
Sentimos que se para todo cuando algo nos pasa, pero no se para nada, salvo, de alguna manera, nosotros. El derredor, el resto, la gente, la vida, los autos y los perros, no paran. Nada para, todo sigue. Y es horrible.
Queremos que todo y todos paren, y sufran con nosotros, y nos les importe nada más que nuestro dolor, que es nuestro y tremendo y horrible. Pero no se puede, no, todo sigue. Y es la miseria total, horrenda, pero es así, y no para nada, y seguimos, y siguen, y hay que seguir, y todo sigue, y miramos alrededor y no ha cambiado nada, realmente, sólo nosotros, que nos sentimos tan fuera de todo de golpe, porque algo cambió en nosotros, y para los demás, todo es igual.
Cambian momentos personales, cambian personas, cambian cositas, pero todo es lo mismo, y sigue, y debe estar bien, pero es horrible, y no se puede hacer nada, pero ayer pasó algo feo, que cambia muchas cosas, pero igual, todo sigue.
Todo sigue.
Ayer pasó algo feo.
Ayer pasó algo normal.
Ayer murió una persona.
Ayer murió una amiga.